Jacinta Grondona es artista
plástica; estudió Escenografía y Bellas Artes; expuso sus obras
en diferentes lugares del mundo y también las vendió en esas distintas
geografías. A poco de que empezara la pandemia del Covid-19, estaba preparando
una muestra que se haría en el consulado argentino de Nueva York. El virus
frenó todo, pero no la idea sobre la que estaba trabajando, que eran textiles.
En estos dos años se dedicó a hacer prendas, a las que trata
individualmente como si fueran una de sus obras y, de la misma manera que las
galerías le sirvieron para llegar con su arte, ahora comercializa
parte de la indumentaria que confecciona. Por el momento lo
hace en Uruguay, en la Galería del Paseo en Manantiales
(Punta del Este) y analiza si se decide a desembarcar en Madrid.
“Alquimia de las Rosas” es el
nombre de la marca. Grondona recuerda, ante LA NACION que a
los 18 años tuvo un emprendimiento de indumentaria. “Lo abandoné; me fui a
vivir afuera, estudié diseño siempre en paralelo a mi inquietud como artista”,
repasa.
Grondona, hija del periodista Mariano Grondona, en 2019 en la
Ciudad de Buenos Aires, exhibió sus obras textiles estampadas en seda,
arpillera, y lino en la muestra “Nacer entre las flores”.
Las cuarentenas le “devolvieron” el interés por lo que había
hecho años atrás. Venía trabajando con los textiles y la serigrafía para su
muestra, aprovechó esos materiales y empezó a coser: “El proyecto para la
muestra estaba a medias; me puse a estampar y a coser. Me pasaba todo el día
completo haciendo eso y cuando me di cuenta tenía unas cien prendas. Fue
entonces cuando decidí mostrarlo y empezar a comercializarlo”.
Una conversación con su galerista uruguaya -donde, desde hace
años, exhibió arte contemporáneo- la impulsó a avanzar. Encaró una
investigación, a partir de las telas y las prendas, sobre “la influencia de lo
que vestimos sobre nuestro ánimo”. Grondona está convencida de que los artistas
hacen una proyección energética de su trabajo. “Con
ese argumento y con esa idea desarrollé el proyecto”, sintetiza.
Las telas que emplea son de algodón biodinámico chaqueño que
es hilado
en una cooperativa de la misma zona; todo el material es
teñido con tintes naturales (vegetales, restos
de cocina con capacidad tintórea). Admite que al comienzo le fue complejo
conseguir fibras naturales de origen orgánico. “Lo que había era importado y al
traerlo se genera huella de carbono, lo que quería evitar”, menciona.
“Esto no es un proyecto comercial; cada
unidad requiere mucho trabajo; cada pieza es una obra de arte. Es
teñida y estampada de manera individual”, enfatiza.
Esa dedicación que es la que no quiere
cambiar para producir en escala es la que está analizando
para ver si puede responder a un pedido de la galería de arte con la que
colabora en Madrid. “Recién llevó dos temporadas, no quiero producir en serie,
porque esa no es la idea. Tampoco me interesa que el costo sea inaccesible para
la gente”, indica.
“Expreso la belleza que imagino y elijo las herramientas para
expresarla con total libertad. Lo hago con convicción y sentido. La verdad, la
libertad y la belleza son los cimientos sobre los que se construye el proyecto
de Alquimia de las Rosas. Una idea de belleza simple que me causa una profunda
alegría poder transmitir”, cuenta la artista en sus redes.
Subraya
que el nombre de la marca tiene que ver con la “transformación” que genera
apreciar la belleza. Los consumidores locales y más aun los internacionales
valoran a las empresas que son coherentes con los valores de cuidado y
sustentabilidad; en el caso de Grondona no quiere perder esa filosofía con la
que empezó a trabajar en esta iniciativa.